Existen hombres que a pesar de su edad adulta no renuncian a su condición de hijos: el hombre niño que se resiste a crecer así como a apoyar o proteger a nadie, tampoco intercambia roles en el contexto de la pareja ni asume responsabilidades.
Los síntomas más marcados son la irritabilidad y tendencias a respuestas infantiles, que se asocian con traumas que les generan rechazo al mundo adulto.
Este término fue acuñado por el psicólogo norteamericano Dan Kiley en 1983, para reflejar la personalidad narcisista e inmadura de hombres, que no parecen darse cuenta del paso de los años, por lo que viven apegados a conductas infantiles o adolescentes.